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Sería una noche de febrero o marzo del año de 1.984, o 1.985, no importa. Después de trabajar en mi despacho, dirigí mis pasos, como tantas otras veces al “Cantor de Jazz”. Mi propósito, como tantas otras veces era el de tomar una copa e irme a casa. Entonces vivía en un apartamento de Monte Sancha. Pero, como tantas otras veces, la noche se complicó o se alegró, creo que este verbo es más adecuado y exacto. El caso es que se me pasó la hora de sacar el coche del aparcamiento de calle Granados que entonces cerraba a las 12. No era la primera vez que pasaba. Se fue el santo al cielo, al parecer. Creo recordar que una amiga, no recuerdo bien cual, me llevó a casa. Al día siguiente iría a trabajar en bus, y tenía pensado comer con mis hijas que por entonces vivían en el Parque Mediterráneo.

 Cuando al terminar mi jornada de mañana fui a recoger el coche, un Peugeot 205 al Parking Granados, el coche no estaba. “Lo tendrá ud en el Taller”, me decía Paco, el empleado. “Usted es despistao, a ver si no lo ha traído, ya le pasó otra vez”, remataba Amable.  En esta ocasión no era un despiste. Tenía la completa seguridad de haberlo aparcado alli. Así que fui a la Comisaria de la Aduana y puse la denuncia de desaparición del coche. Acto seguido subí a un taxi para ir a casa de mis hijas y, con la excitación consiguiente le conté al taxí que me habían robado el coche del Parking. Hay que aclarar que en el Parking se dejaba el coche con las llaves puestas, para que lo pudieran mover los empleados.

Tras comer fui a coger el autobús, y en ese momento si operó mi despiste y cogí un bus equivocado, creo que el 16 que me proporcionó una tourné por la ciudad. Lo más cerca que me dejaba del despacho era en La Goleta, y allí me bajé. Cuál sería mi sorpresa cuando al bajar del autobús, vi pasar mi coche con su conductor y todo, venía de la Palmilla. Mi intención inmediata fue coger el primer taxi y decirle aquello tan peliculero de “Siga a ese coche”, pero no se pudo reproducir esa escena, no apareció ningún taxi a tiempo….¡Porca vida¡  Nada mas llegar al despacho, llamé a la poli y le conté lo sucedido. El adivino que me contestó, me dijo: “Lo van a abandonar pronto”. Y acertó el muy profesional. Al poco tiempo, serían las 6,15 o así me llamó. “Hemos encontrado su coche subido en la acera en la puerta del Edificio Negro” (el Michael Jackson de ahora), pero no tiene las llaves puestas, tendrá que traer el duplicado. Así que tomé un taxi a Monte Sancha, recogí las llaves y tomé otro taxi para el edificio negro, el taxista llevaba puesta la radio, escuchaba el Real Madrid contra el Estrella Roja en Belgrado, iba ganando el Madrid por 3 a 2, con el lió olvidé el futbol. El caso es que me atreví a hablarle al taxista, seguro que también madridista, y le dije: “Voy a recuperar mi coche que me lo robaron anoche de un aparcamiento”. Y el taxista me contesta: “Pues ya es el segundo coche que anoche robaron de un aparcamiento”. Entonces nos miramos y nos dijimos entre el asombro y las risas:”Somos los mismos”.

Al llegar al coche, estaba la policía local, Paco el señor mayor dueño del Aparcamiento, que estaba muy preocupado porque, según decía, justo el día anterior, había vencido la Póliza de Seguro de su negocio. La policía local había inspeccionado el coche: “Han estado fumando porros toda la noche en el coche, los ceniceros están llenos de colillas”. Y yo: “Adonde vamos a llegar, Madre Mía”.  Por dejar un recuerdo el ladronzuelo, rompió la caja de la parte inferior del volante, como si le hubieran hecho un puente para arrancar, sería para despistar porque no lo necesitaban al tener las llaves.  Paco, el dueño del Parking, se ofreció a que llevara el coche a un taller cercano que permanecería abierto y que era de un amigo suyo. Así lo hicimos y tras los saludos habituales y encargo de la tarea, me dice el dueño del Taller: “ Usted es D. Miguel Carrillo, no?  Obviamente asentí. “Usted no se acordará de mí, pero yo fui cliente suyo, yo era el jefe de taller de una empresa de confección, “Creaciones St. Georges”, se acuerda?. Esta vez asentí, con una mentira piadosa. Me acordaba del asunto, pero no de él. He de confesar que soy mal fisonomista. “Ahora caigo, me alegro de verlo”.

 A la vuelta, con Paco el dueño del Parking, cogimos otro taxi, para que me llevara donde yo quisiera. Al centro, dije. Ya en el taxi, era de noche, o anocheciendo, me senté delante y Paco detrás. Miraba al taxista que no hacía mas que escrutar a Paco por el espejo retrovisor hasta que le espetó. “Ud es de Tebas no”. Paco, asintió. Y el taxista, ya tuteándolo, eres Paco “el de …lo que fuera.”. Resulta que habían jugado mas partidos de futbol, juntos que Joaquín en el Betis.

Cuando llegamos al centro, encaminé mis pasos al Cantor de Jazz. Mi amigo Miguel, agitando la coctelera no daba crédito a mi historia.  

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5 comentarios

  1. Qué nos importa toda esa gente que mira a la tierra y no ve más que tierra.
    Está claro, Miguel, que no eres uno de ellos. Seguro que si subes a un árbol, encuentras petróleo.

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