Tomaron unos tentempie, entre risas y bromas, y no faltaron los brindis. El barman, algo mayor que ellos, hierático, eficaz, buen profesional, estaba siempre atento a rellenar las copas cuando era preciso, precisión ejercida con frecuencia.
Cuando salieron hacia frío y llovía. Sólo dos, los previsores de siempre, llevaban paraguas. El vapor de sus bocas desprendía olor a roble de Rioja. No consensuaron el destino de sus pasos. No fue ni era necesario. Estaba tocado ya que no cantado. Compartieron el camino con otros cómplices de la noche y seguro que de los momentos en otras barras con otros barmans, más o menos profesionales. Las gabardinas y sombreros resplandecían con la lluvia. Algunos coches pasaban y les salpicaban agua sin piedad.
Aceleraron los pasos para llegar al refugio. A medida que se acercaban se hacía más presente la música. El humo del local contribuyó a su cobijo, seguro que también el bourbon. ! A qué negarlo.! Cuando el tenor atacó “Body and soul”, el calor se hizo presente, una vez más la magia apareció. Sólo desapareció con el alba. El jazz, fiel a su cometido, cumplidor siempre.