Las big bands eran espacios de aprendizaje para músicos que se iniciaban, los maestros estaban en sus filas, eran el paraíso de los arreglistas, como ya se ha dicho, eran laboratorio de ideas. Su evolución era constante y, por supuesto, se contagiaban de los distintos estilos que se iban produciendo en el jazz. Si inicialmente estaban invadidas por el estilo swing,  (el swing es un estilo además de un elemento característico del género), cuando se produce la eclosión del bebop, ello repercute en las grandes bandas. Así la de Gillespie es una prueba de ello.

La de Stan Kenton, de la que no he formulado ninguna propuesta porque ya van bastantes, introduce determinadas innovaciones, a través de la influencia de compositores como Stravinsky o Milhaud, por ejemplo. Ello por supuesto añade complejidad al resultado. Por su parte, Woody Herman, añade una nueva sonoridad dando mas protagonismo a los saxofones, aunque  la propuesta de escucha que formulo no sea un ejemplo. El cool fue el estilo de las magnificas propuestas de Gil Evans,  y en cierto modo, en la primera etapa de de George Rusell. En la próxima entrega propuestas de escucha haremos de estos últimos.

En las big bands han militado y han salido de ellas grandes figuras que del jazz han sido, Coleman Hawkins, Ben Webster, Johnny Hodges, (a tiempo parcial),  Charlie Parker, el propio Coltrane anduvo en la de Gillespie…La lista sería interminable.

Los primeros sesenta marcaron el principio del fin de las big bands, al menos por un tiempo. Lo costoso que resultaban de mantener, los gustos del aficionado que iban por otros derroteros y que consideraban obsoleta su música, fueron circunstancias que determinaron su cuasi desaparición.

Los ochenta significan una resurrección de las big bands. Pero eso lo dejo para la última reseña, he llamado pequeñas historias con mucha rimbombancia a lo que son pequeñas reseñas. Me he pasado.

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