Doble bajo y piano. Jazz o músicos clásicos. - ilustración vectorial Imagen  Vector de stock - Alamy
Siempre se afirma, y con razón, que el jazz es una espacio de libertad, en el que la improvisación juega un papel fundamental.  Ahí reside uno de los elementos de su magia. Obvio que para ser un buen músico se ha de tener una capacidad técnica importante, además de adquirir un sonido propio, un sello personal, no ser un mero repetidor de clichés y, por supuesto una capacidad de transmitir, el “feeling”, que a mi sentir se acerca mucho a la emoción.  El jazz es también un espacio de diálogo, lo cual se aprecia a menos que se escuche con un mínimo de atención. En los conciertos me gusta atender a los gestos entre los músicos, adivinar o pensar que adivino determinadas claves, suponer como van a atacar la melodía central tras las improvisaciones o como van a abordar el final de algún tema. La mayor parte de las veces me equivoco. Sería un presuntuoso si afirmara lo contrario. Pero el diálogo está presente y se palpa. Es imprescindible para conseguir un acoplamiento. Eso no ocurre en otras músicas en las que cada instrumento se ajusta a su papel expresado en las partituras. La improvisación rompe esos esquemas. Ya digo, magia.  La música de cada concierto es irrepetible y efímera: nace y muere en ese acto, en ese escenario.
En los dúos de jazz, obvio es decir que el dialogo entre instrumentos es más apreciable. El dúo entre piano y contrabajo es de los más repetidos y en los que ese diálogo resulta placentero, por qué no decirlo. Os propongo escuchar a dos maestros como Hank Jones y Charlie Haden, cada uno tiene su espacio en este blog, que firmaron dos obras sublimes “Steal Away” y “Come Sunday”, en las que se manejan en himnos, espirituales, canciones del folklore, a veces irlandés como “Danny Boy”, otros americano. Son una delicia, delicias para acariciar el corazón, si se me permite la cursilada. Al arriba firmante su escucha le toca fibras sensibles.  

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