Cuando la música suena no me lleva más allá,

me trae más y más acá

a la respiración de mi cuerpo que aún vive

y que es claro que mal existiría

si mi aliento no fuera la respuesta

a otro aliento más amplio y concertado,

y si además no añadiera a ese ritmo acompasado

una extraña melodía desigual, sentimental,

rampante quizá

que el corazón variable nos canta en secreto

largamente ondulante

y que quizá sólo sea don exclusivo del hombre,

no del Cosmos ni de un orden que parece impersonal

sino nuestro, sólo nuestro, mínimo sin duda

pero real, tan real

como una risa a veces, y otras veces como un ¡ay¡.

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