En los años 80 vivimos «la movida». Aires de libertad soplaron ciertamente en todos los terrenos, una positiva alegría inundó nuestras vidas y, aún con el susto del 23 F, comenzamos a ver y a vivir una España más abierta, que se manifestó más explícitamente en el terreno de las artes. La cultura de la provocación, el atrevimiento, la heterodoxia y cierta locura se hicieron presentes. Era «la modernidad». Radio 3 estaba en su apogeo, a pesar de los intentos gubernamentales por cargársela. Surgieron creadores de casi todo. Pero, poco a poco, todo se fue diluyendo tal vez por simple cuestión generacional, tal vez por el propio agotamiento de la creatividad, tal vez por su asimilación por el poder. Y se diluyó, como decía aquel personaje de la célebre película «Blade Runner,» «todos esos momentos espléndidos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia torrencial de Los Ángeles» . Y tras su final nos quedamos instalados en lo insulso de la monotonía, lo inoperante del aburrimiento y en lo sumiso de lo políticamente correcto. Como se preguntaba Juan Cueto:» Fue una edad de oro, un eclipse de luna, un espejismo en el desierto manchego, una racha del viento del futuro, o simple folklore de lo que todavía no hay?.» Me inclino por pensar que aquel movimiento fue un espejismo que tal vez se ha mitificado con el tiempo.
Aquellos 80 los viví muy intensamente. Compaginaba intenso trabajo y juerga intensa. Aún mi cuerpo y mi espíritu lo permitían. Formaba parte del mobiliario de sitios como «El cantor de jazz»: templo cultural y del jazz, con el malogrado Miguel, ejerciendo de Sumo sacerdote, y «Arribaba»: Antonio Delgado, amigo siempre y factotum del espacio privilegiado de la modernidad, en el que alguna vez que otra fui dj, de mi música que, a cuestas llevaba desde casa, a cambio de una botella exclusiva de Glenlivet. También frecuentaba «Época»: Jose Garriga y Mesa Toré tras la barra, literatos metidos a taberneros, buena charla asegurada. Epoca luego fue «Saavedra»: amigo Villy, diversión garantizada, «Onda Pasadena», para los after hours , sin olvidarme del «Café Teatro», «Terral», » S.A. Company», amigo Rodri, «Casablanca», » Wizz», «Te deceo» y tantos otros sitios en los que algunos destilados harían pupa en el hígado de los noctámbulos, de copa en ristre. Noctambuleaba no solo los fines de semana, también los días entre semana, robándole horas al sueño y al día siguiente bregaba en los Juzgados, y me divertía profesionalmente cuando se libraban luchas colectivas laborales en los tribunales y fuera de ellos. Fueron tiempos en los que caminamos sobre el alambre, cual equilibristas de la vida. Desafiamos a la peste de entonces, que se llevó a algunos amigos. Particularmente empecé a recogerme a primeros de los 90, por circunstancias personales y porque todo empezó a resultar anodino. La «modernidad» se expresó, en el terreno de la música, en multitud de bandas y en canciones que no por muy escuchadas, dejan de gustarme. Y creo que nos siguen gustando a los amigos de los micro surcos. Ahí van unas cuantas de las más representativas, aunque las tengamos super oídas.