Cualquier excusa es buena para escuchar el fado, aunque nos tiñamos de melancolía. En este caso ha sido mi reciente viaje a Oporto, del cual conservo en la retina y en la memoria muchos y buenos ratos.
Pero tampoco conviene abusar y hoy termino esta especie de ciclo.
Y lo hacemos con:
Cristina Branco, cantante que se inició en el jazz pero que la influencia de su abuelo que le hacía escuchar a Amalia, le hizo inclinarse por el fado. Aunque bucea en las raíces del género, le da un toque de modernidad a su obra. Un toque sofisticado que parte del profundo conocimiento de los poetas tradicionales que han dado tantas letras a este arte.
Teresa Salgueiro, proveniente del grupo Madredeus, lisboeta de nacimiento, une a la labor de cantante la de compositora y pianista. Se inició en un grupo neo-punk, para dar el salto al fado cantándolo en las tabernas lisboetas. Dos desconocidos que la estaban oyendo cantar una noche, le propusieron entrar en un grupo que estaban formando y de su respuesta afirmativa nació Madredeus, que obtuvo grandes éxitos a nivel internacional.
Camané se inició como tantos, o como todos, en las casas de fado y participó en varias producciones “Maldita Cocaina” “Cabaret” y otras y nuestro maestro Saura lo reclutó para que participara en su película “Fados”. No obstante su derrotero lo llevó a convertirse en un crooner y ahora canta en inglés, francés, italiano y español tanto el repertorio clásico de Broadway, como estándares americanos, canciones de los de Liverpool, como los boleros clásicos. Todo un ejercicio de eclecticismo.
Julio Resende, pianista y compositor y pionero de lo que se ha dado en llamar “Fado Jazz”. Ya sabemos que el jazz hace tiempo que pasó a ser universal y se nutre también de las raíces musicales de los pueblos. Y claro, también se acercó al fado y Resende es una muestra de ello. En algunos de los discos que tengo de él, puedo reconocer la influencia del maestro Keith Jarrett en su sonido y estética. Actualmente se le considera una figura capital de la música portuguesa.