La epopeya de Ali Farka Touré a 10 años de su muerte · Wiriko

Decía que se consideraba más agricultor que músico. “Mis manos son un desastre. Duelen, pero cuando comes el arroz se olvida”. Sin embargo, desde muy joven se aficionó por la música, y tocaba inicialmente el “djerkel”, guitarra de una sola cuerda. Autodidacta, llegó a convertirse en uno de los guitarristas más reconocidos de la historia del instrumento. Su apodo “Farka”, en español asno, alude a su tenacidad, cualidad que se asocia a dicho animal. El disco “Ali Farka Toure”, le reportó cierto éxito internacional, lo que le abrió las puertas a colaboraciones con Taj Mahal y con Ry Cooder, con quien grabó  “Talkin Timbuktu”,  que le supuso su primer Grammy y varias giras internacionales.  “Niafunké”, su siguiente grabación nombre de la localidad donde residió, situada a orillas del Niger,  es considerada por nuestro protagonista, su obra más real y auténtica porque se grabó en el  lugar de donde había nacido esa música.

Ali fusiona la música tradicional de Mali con el blues, si bien sus primeras influencias externas vinieron del soul, cuando escucho a Otis Redding y James Brown, cuando trabajó como ingeniero en Radio Mali de Bamako. Después quedó fascinado por el blues.

Su música refleja la conexión con la tierra que trabajaba, y casi sin querer, gracias al relanzamiento del maliense que realizara la discográfica Word Circuit Records, se convirtió en uno de los representantes más relevantes de la música de su país, si no el que más.  Se recuperaron sus viejas  grabaciones anteriores del guitarrista en compilaciones, como “Radio Mali”.  Su segundo Grammy lo obtuvo con el álbum “In the Heart of te Moon”,  junto con Toumani Diabate, diálogo de kora y guitarra, ciertamente envolvente,

Ali allanó el camino a músicos como Toumani Diabaté, Oumou Sangrñe, Salif Keita, Tinarivwn o Fatoumara Diawara.  Nos dejó en 2006, con 67 años. Su hijo Vieux Farka Touré es continuador de su obra.

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