La vida de Edith Piaf, parisina de 1915, parece sacada de una novela de Dickens. Inmensa cantante, quizás la más representativa de la chanson, fue también actriz de cine y teatro. Nació en la calle, debajo de una farola. Su madre, cantante callejera de Montmartre, le daba vino, para eliminar microbios, en lugar de leche. Su padre, contorsionista circense, la abandonó antes de nacer, y después cuando era aún una niña y se crio en un burdel, que regentaba su abuela paterna. Comenzó cantando en circos ambulantes y en la calle. Pigalle era la que más frecuentaba. Grabó su primer disco con 21 años, aunque después volvió a los cabarets míseros, tras verse envuelta en un escándalo, tras el asesinato del dueño del cabaret en que actuaba más frecuentemente.
Consiguió pronto debutar en el músic hall y alcanzó un éxito rotundo, convirtiéndose en la voz de Francia, por antonomasia.
Durante la segunda guerra mundial protegió a los judíos perseguidos en la Francia ocupada.
Fue mentora de Yves Montando, Charles Aznavour y Georges Moustaki, y con algunos de ellos vivió algún romance al igual que con Marlon Brando, según dicen.
Considerada la musa del París existencialista de los 50, tenía una voz dramática y desgarradora. Por problemas de salud se aficionó a la morfina. Murió un 11 octubre, cuando tenía 47 años, el mismo día que Jean Cocteau que falleció de un infarto horas después de saber del fallecimiento de la Piaf. Cosas de la muerte.
Edith Piaff sin duda una grande, sin duda un mito