Jacques Brel

Fue declarado el belga más importante de todos los tiempos. Sin embargo, el hecho de que tras hacer unos pinitos en cabarets belgas, se marchara a Paris a buscarse la vida en 1950, cuando apenas contaba 20 años y comenzara su andadura en los cabarets y music-halls parisinos, donde disfrutó de un relativo éxito que le permitió girar por Europa. Su actuación en el Olympia en 1958, tras la grabación de su segundo disco, el primero lo grabó en Bruselas, lo lanzó al estrellato. Cantante, compositor, actor de cine y sobre todo poeta, cantó al amor, a la realidad social, y a sus cuestionamientos espirituales. Era un gran intérprete imprimiendo dramatismo o comicidad, en sus directos, según el contenido de sus canciones. Un tipo intenso e inconformista, su máxima: “lo que importa en la vida es su intensidad y no su duración”, la llevó a la práctica en su vida diaria. Cuando se retiró se fue a la Polinesia francesa donde ayudó a los nativos de allí, transportándolos de un lugar a otro, en una especie de avioneta taxi. Aunque murió en Paris a los cuarenta y nueve años, sus restos los trasladaron a la colonia francesa donde reposan al lado de los restos de Paul Gauguin. Lo escuchamos en dos de sus temas mas emblemáticos.

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