En los últimos meses he visitado en dos ocasiones a nuestro vecino del sur, hará dos o tres meses anduve por Tánger y por Asilah, justo al final del Ramadán, y la semana pasada por Marrakech y Essaouira, o sea por el norte y por el sur. En esta ocasión ha coincidido con la fiesta del cordero.
No eran las primeras veces que viajaba a Marruecos, pues por los años ochenta y noventa lo visité repetidas veces Chauen, Asilah como destinos favoritos, pero también visité Tánger y bajé hasta Fez, Mequinez, la ciudad santa Mulay Idris y las ruinas de Volubilis.
Obvio es que el país ha cambiado en estos treinta años, ha evolucionado para mejor y se ha modernizado en muchos aspectos, algo que es mas evidente en Tánger o Asilah donde pude establecer comparaciones concretas y directas, y en Essaouira (antigua Mogador), de la que quedé prendido por su luz, sus murallas, las vistas del Oceano, sus playas, sus gentes y en la que pase unas noches divertidas con gnawa en un garito encontrado por casualidad y en una fiesta mezcla árabe y occidental en el restaurante-discoteca Taros, con conjunto incluido que tocaba por Bob Marley, Rachid Taha, Manu Chao y pop marroquí.
No voy a describiros lo que he visto de Marrakech, muchos lo conoceréis, yo lo he conocido ahora, porque en mis anteriores viajes, aunque lo tenía como destino final siempre me quedaba apalancado en Chauen. Por algo sería.
Marrakech me ha recordado más al Marruecos que visitaba con frecuencia hace mucho tiempo. Me representa un caos relativamente divertido, sobre todo en la Medina en la que la que son muchas motocicletas que circulan a su antojo, pero con una habilidad especial para eludir el riesgo de la vida propia de los que la manejan y de los que nos cruzamos en su camino. El pueblo marroquí es un pueblo tranquilo, todo despacio, hasta que se pone a manos de un volante o de un manillar. Es entonces cuando le entra la prisa y que Alá te coja confesado, si subes a un taxi o andas despistado por sus calles.
Como no voy a descubriros el Mediterráneo, no sigo con batallitas del abuelo en su vagar por este país de contrastes, que mas me fascinaría si tuvieran más grifos de cerveza. No obstante he bebido birras porque me curraba el encontrar donde.
Bueno os dejo con música adecuada.