“Tienes el pelo mojado”, son las primeras palabras que dice el niño a su madre, después de una larga mirada y un largo abrazo, en su primer encuentro tras el abandono que sufrió primero del padre, Travis y después de su madre, Jane, durante cuatro años en los que el chico fue acogido por Walt, su tío y la mujer de éste Anne, a los que llamaba Papá y Mamá.

Travis, el hombre silencioso y solitario que vagaba tan perdido como su identidad y que es rescatado por su hermano Walt que no, sin mucho esfuerzo y paciencia, consigue que vaya pronunciando palabras, recobrando su pasado, y con ello sus sentimientos y la voluntad de rehacer su vida. Pero primero ha de encontrar a su mujer, que se ganaba la vida en un “peep show”y conseguir que se reúna con su hijo, pero una vez que lo consigue se marcha. “Deseaba demostrarte que yo era tu padre. Pero el deseo más grande no puede realizarse, ahora me doy cuenta. Tú debes volver con tu madre”.

Así contado, para quien no la conozca puede parecer un melodrama, un culebrón. Para nada. La película de Wim Wenders de 1.984, la vi en su momento creo que en el Astoria, la he visitado en varias ocasiones. Y no deja de fascinarme, desde las primeras escenas del protagonista vagando por el desierto y sin pronunciar palabra con nadie, hasta bien avanzada la trama. Wenders, a pesar de los pesares, consigue que el espectador pueda identificarse con el personaje. La fotografía es magnífica y la música de Ry Cooder acompaña eficaz y bellamente cada momento. Quien no la haya visto aunque se la haya medio contado, si le mola lo leído, pues ya sabe. Es larguita. Pero te atrapa.

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