Dicen de él que pasó por el jazz como un cometa deslumbrante que, debido a su corta existencia, no llegó a cumplir los 27, fue olvidado demasiado pronto. A pesar de ello nada menos que Clifford Brown, Lee Morgan; Art Farmer y Donald Byrd bebieron de sus fuentes. Navarro tenía un sonido propio. A la energía que imprimía a su estilo se le unía una técnica extraordinaria con la que conseguía una precisión en la velocidad y un sentido de la melodía fuera de lo común. Es de los músicos que cuando tocaban sabían contar una historia, sabían transmitir sentimientos, esto es, tenía feeling. Aunque se inició con el piano y el tenor, pronto se pasó a la trompeta y anduvo en la orquesta de Andy Kirk, con la que se hace conocer a los aficionados de la Costa Este. Después pasó a la de Billy Eckstine, donde conoce a Dizzy Gillespie que queda cautivado del toque de Fats., Nuestro protagonista se hizo asiduo de los locales de la calle 52 neoyorkina donde se estaba fraguando el estilo bebop. Allí coincidió con Parker, que le hizo tocar en el “Café Society” en un quinteto en el que figuraban también Bud Powell y Max Roach. ¡Casi nada¡
Nacido en Florida en 1.923, la tuberculosis y la droga se aliaron para reducir al silencio su acendrado lirismo y privaron al jazz de una figura que, de otro modo, hubiera adquirido la categoría de leyenda.