La espuma de la sal de baño se deslizaba lentamente por su cuerpo, tarareaba una canción inventada con cierta monotonía. Una fina lluvia sobre la claraboya servía de acompañamiento. El teléfono sonó insistente e inútilmente. Serían las 19,00. Al cabo de un buen rato, antes de que el sopor que iba alcanzado desembocara en sueño, salió de la bañera, se miró al espejo mientras se secaba y la seda de una bata azul cielo cubrió su figura y realzaba su alborotado cabello rubio. El teléfono volvió a sonar, lo cogió con desgana:

  • Que hace una mujer como tú a estas horas en casa?.  Era la voz de Fred.
  • Pues, gracias a que estoy, has podido localizarme, respondió.
  • Vamos, estoy con Bing, ya sabes en el Club 21, vamos por el segundo Blondy Mary, pero nos disponemos a cenar. La noche te reclama.
  • Jo, Fred, acabo de darme un baño relajante, estaba algo cansada. Voy a meterme en la cama a dormir a pierna suelta. Gracias por la invitación. Besos a Bing. Otro día será.

Fred volvió a la barra, donde Bing se estaba ajustando la corbata, y se dirigió al barman: Ordena preparar una mesa para tres. Y ten dispuestos unos Golden Dream para cuando rematemos la cena.

A los veinte minutos apareció Ginger con un reluciente impermeable, y una sonrisa cómplice.

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