Reanudo los micro surcos tras unos días en los que la pandemia ha campado a sus anchas, con más destrucción y muerte, y en los que una parte de la sociedad ha puesto de nuevo de manifiesto la estupidez de la condición humana. Ojalá que las medidas adoptadas surtan efecto. Ojalá que tengamos pronto buenas noticias en ese sentido y ojalá que de USA. recibamos las que den cuenta de que el payaso Trump, con todo mi respeto a los payasos, lo han largado y que sea su marcha el preludio de la de tantos que gobiernan y tanto parlanchean en el vacío. Bueno, a lo que vamos. A la música, y vamos con un plato fuerte: Representó, con permiso de Oswaldo Pugliese para el tango lo que Charlie Parker al jazz. Le dio la vuelta y cambió sus esquemas tradicionales. Fue por ello malentendido y vilipendiado hasta el punto de ser llamado por los puristas “el enemigo del tango” . Bandoneista y compositor hoy está considerado uno de los grandes del pasado siglo. Fue también colaborador de Aníbal Troilo. Con 14 años conoció a Gardel en Nueva York, que sí lo entendió y lo invitó a su grupo para ir de gira. Sus padres no lo dejaron. Y menos mal porque en esa gira Carlos y toda su banda perdieron la vida en un accidente aéreo. El arriba firmante escuchaba tangos de chico de la voz de su padre, que no lo hacía mal del todo. A mi padre le encantaban los tangos, aunque solía decir que sus letras, casi siempre, expresaban ” el lamento de un cornudo”. Cantaba “Silencio”, “Volver”, “Yira”, “Melodía de arrabal” y uno, que es un sentimental empedernido, aún se emociona cuando los oye, tal vez porque también el sonido de un bandoneón convoca a la emoción, como tengo por ahí escrito en otro sitio. Bueno, de nuestro protagonista, cuelgo dos muestras de su obra. Con vosotros Astor Piazolla, y “Balada para un loco” y esa maravilla que es “Oblivion”. |