El pasado invierno leía la noticia de que Keith Jarrett ya no podía tocar. Dos derrames cerebrales son los culpables de ello. Hace ya unos veinticuatro años estuvo dos años apartado de los escenarios y de los estudios de grabación, por una fatiga crónica. Hará unos cinco sufrió una depresión, con motivo de su divorcio. Reconoce que su doble disco, al que llamó “Testament” , que recoge dos conciertos uno en París y otro en Londres, a finales de 2008, reflejan ese estado depresivo. También su trio legendario, ” el trio americano” sufrió hace poco la baja definitiva de su contrabajista Gary Peacock. Con esa formación tuve ocasión de oírlo en Donosti, en un concierto inolvidable. Fue en el marco del Festival del año 1985. Recuerdo que siendo la estrella de la noche abrió la doble sesión. La razón de ello estribaba, según supe después, que Jarrett antes de cada concierto no quiere oír nada de música. Pues a mí me ocurrió algo parecido, pero al revés, después de su concierto no quise oír mas música. La segunda parte de aquella noche la ocuparon jazzistas españoles, no demasiado relevantes. No pude escuchar mas de dos temas, la música de Jarrett la quería retener en mi cabeza.
La retirada de Jarrett supone un duro golpe al jazz y a la música creativa en general. Jarrett es el improvisador por excelencia. En sus numerosos discos en solitario y en directo lo pone una y otra vez de manifiesto. Algunos son sencillamente sublimes y son improvisaciones surgidas cuando se sienta y comienza a acariciar el teclado.