Tenía pendiente dar entrada a Oliver Nelson en el blog pero, entre unas cosas y otras, lo iba dejando porque se me ocurría otro músico, ya sabéis, esto va sobre la marcha. El otro día un amigo y amigo del blog, me habló de “Blues & The Abstract Truth”, y ya decidí no posponerlo más.
Oliver Nelson, saxofonista tenor y soprano, clarinetista, compositor, arreglista, de San Luis, fue un precoz músico puesto que a los once años ya hacía sus pinitos con el saxo y fue contratado muy pronto en la orquesta de Cootie Williams, para después ser reclamado por Louis Jordan. En 1959, ya con veintisiete años emigra a Nueva York donde toca, entre otros, con Will Bill Davis y Louis Belson. Su precocidad como intérprete no se corresponde con una pronta incursión en el terreno de las grabaciones, sino todo lo contrario. Era un tipo honesto y la búsqueda de su propio camino le impedía andar sobre lo ya trillado. Se interesa por otras formas musicales, la clásica, la de variedades, la música contemporánea, y es en el campo de la composición donde empieza a destacar creando obras para cuarteto de cuerdas y contralto y para orquestas de jazz.
Posiblemente sin la composición y grabación de “Blues And the Abstract Truth”, Nelson no ocuparía el lugar destacado que ocupa en el escenario del Jazz. Para esa grabación, que es de las imprescindibles, reunió ni más ni menos que a Bill Evans, Erci Dolphy, Freddie Hubard, Roy Haynes, Paul Chambers y George Barrow, para tocar seis obras maestras de las que os propongo dos para su escucha: modernidad, swing, sin que sea fácil encuadrar en ningún estilo. Tampoco es necesario. Con esa grabación se modernizó y amplió el lenguaje del blues. De alguna manera su título hace referencia a ese querer relacionar lo primitivo del blues con lo avanzado, lo espontáneo con lo reflexionado. Repitió la experiencia poco después con “More Blues & The Abstract Truth” y para esta ocasión reclutó, entre otros, a Ben Webster, Phil Woods, Pepper Adams y Thad Jones. Y la experiencia también resultó sumamente gratificante. Murió muy joven, con 43 años en 1.975, un ataque al corazón se lo llevó, por los que se frustró la posibilidad de seguir disfrutando de su capacidad compositora y como director de orquesta.