El vuelo eterno de Charlie Parker | Cultura y entretenimiento | Agencia EFE

Hoy toca hablar de una leyenda,  nada menos que de Charlie Parker. Saxofonista alto, aunque algunas veces cogió el tenor, “Bird” fue, junto con Dizzy Gillespie, Thelonious Monk, Charlie Christian,  Kenny Clarke y Bud Powell uno de los creadores del bebop, estilo que nació tras el estilo swing de las big bands, en garitos de la calle 52 de NY., como el Monroe y sobre todo el Minton’ s, adonde acudían los músicos, cuando terminaban sus trabajos cotidianos, para montar interminables “jam sessions” hasta el amanecer. Allí nació el be bop, a principio de los cuarenta. Cuentan que antes de conocerse, Parker desde Kansas City y Gillespie desde Carolina del  Sur andaban con similares ideas musicales. Las big bands que encarnaban los felices años 20 se fueron al traste, con el crack del 29 apenas sobrevivían, puesto que eran muy costosas de mantener, y dieron paso a los combos de jazz. El ritmo nervioso y frenético del bop era producto y preludio de los tiempos convulsos y de los que se avecinaban. Parker ha sido el improvisador del jazz, por antonomasia. Sin dejar de estar impregnado por el blues, tocaba a una velocidad vertiginosa. Castigado por el consumo de  alcohol y de heroína y con serios problemas psíquicos, llevó una vida difícil y calamitosa. El bebop fue inicialmente rechazado por los puristas y Parker fue un genio incomprendido, tanto por su vida como por su obra.  Murió, en casa de Panonnica de Koenigswarter la escritora,  mecenas y amiga de tantos músicos, como consecuencia de un ataque cardiaco cuando, en solitario, partido de risa, veía en la tele dibujos animados. Tenía 35 años. Cuando el médico levantó el cadáver informó que se trataba de un barón de unos 65 años. Tal era el deterioro físico que presentaba. Hay una película de Clint Eastwood, “Bird” sobre su tormentosa vida. Absolutamente recomendable. Hoy Charlie Parker es un mito y, con independencia de su indiscutible trascendencia y relevancia como músico, encarna también el estereotipo de la figura de vida desordenada y sufrida, desgraciadamente aun presente,  que rodea a muchos de los grandes jazzmans.

Publicaciones Similares